Mi Triduo Pascual fue
muy especial, pues me trasladé en Misión a Hato Nuevo un Municipio de Azua para celebrar junto a
ese pueblo. Desde el viaje bien temprano el miércoles Santo y la sinergia de otros
misioneros, ese deseo de dar a otros y compartir la palabra, allí donde los
sacerdotes no llegan.
En la comunidad una familia nos recibe y ahí vivimos hasta el domingo. Visitar casa por casa, avisar las actividades, catequesis con niños, jóvenes y las celebraciones propias del Triduo. Lavar los pies, viacrucis a las 6 a.m, y la celebración de la vigilia pascual con la fogata, todo ha sido presencia de Dios.
La gente nos recibía nos compartían lo que tenían, se alegraban al vernos. Fueron días de mucho esfuerzo pero de mucho gozo interior. Nos despedimos de nuevos amigos y hermanos con la esperanza de volvernos a encontrar. Juan Céspedes
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