domingo, 23 de abril de 2023

LA RESPONSABILIDAD, EJE TRANSVERSAL DE MI ENVÍO A MISIÓN.

En esta ocasión tuve la oportunidad de ser parte del primer grupo de misioneros enviados a acompañar las comunidades de las Yayas de Azua en esta semana santa. En mi proceso de preparación y disposición interior previo a la misión, el único deseo que me acompañaba era el de llevar a Jesús. Me sentía lista para lo nuevo que representaba esta misión para todos. Pero lo que no me esperaba era que la novedad de Dios no se limitaba al lugar, sino que el modo en el que fui enviada a vivir esta experiencia seguía siendo parte de lo nuevo que Dios tenía para mí. Fui enviada junto a otros dos misioneros a la comunidad el corozo y admito que lo primero que sentí fue mucha resistencia y bloqueo para ir al lugar, y una fuerte tensión me embargó. 

Mientras nos iban distribuyendo a todos en las diferentes comunidades sentía que iba haciendo el camino en mi interior, hacia adentro, y experimentaba cómo la tensión iba disminuyendo y la confianza y el sentirme responsable de esto se me imponía, permitiendo así que fuera soltando y entregando todo el malestar al Señor. 

Deseaba, en medio de todo lo que sentía y me provoca esta experiencia nueva, que yo misma no fuera impedimento para que mi deseo de llevar a Jesús y encontrarme con él en aquella realidad se viera atrofiado.

Que el Señor fuera poco a poco regalándome la gracia que necesitara para vivir la experiencia desde mi deseo. 

Siento que lo que inicialmente iba moviéndome y ayudándome a salir de mí era el sentirme responsable de la misión y de que la experiencia entre mis compañeros y yo con relación a los demás, se fuera posibilitando y que cada encuentro, actividad, celebración... fuera propicio para que Jesús mismo se nos revelara y traspasara nuestras vidas con el testimonio sumergido en medio de aquella realidad. 

Al llegar al lugar la misión primera que hemos encontrado en aquella comunidad ha sido la de reavivar una llama, esa que se ha visto sofocada por las diferentes circunstancias que ha tenido la vida de fe de la gente de aquel lugar. En el primer contacto con la gente, mientras nos presentábamos y comunicábamos las primeras actividades, me daba cuenta de que esa era una comunidad hambrienta de fe y necesitada de evangelio. Y ahí estaba nuestra encomienda: aprovechar esos días del triduo pascual para propiciar entre la comunidad ese encuentro y contacto de fe con el Jesús que tal vez pudiera escondérsele en medio de su realidad.

El primer día lo viví en una dualidad que me embargaba. Por un lado la resistencia, el miedo, la imposibilidad que me creía; y por otro, como si fuera la mayor manifestación de Dios para mí, el deseo de no quedarme encerrada en el malestar y la incomodidad, sino vivir eso en actitud de ofrecimiento, consciente de que de mí no venía la voluntad sino que desde Dios se me iba regalando la gracia de la apertura y la responsabilidad junto a una llamada a la confianza. 

El fijarme en el abajamiento de Jesús en el jueves santo me hizo preguntarme: ¿de cuáles mantos era necesario despojarme para ser una servidora allí donde se me había enviado? Y la luz que se me regaló desde entonces fue clave para hacerme consciente de que necesitaba despojarme de mis seguridades, de mi confort y vaciarme de mí misma para que el deseo abriera paso por delante que me permitieran ser ayuda y evangelio. 

En el contacto con los niños yo sentía un peso muy grande al percatar en las preguntas que les hacía, que el conocimiento acerca de Jesús y sobre todo lo que aconteció en su vida durante esos días Santos, era casi nulo. Las cosas que me podían decir eran básicamente lo esencial y lo que seguro han escuchado de sus padres o tal vez en la escuela: que Jesús murió para salvarnos. Me sentí responsable de llevar a Jesús a estos niños, comunicándole lo esencial. 

En las diferentes actividades que teníamos con la gente, percibía que la comunidad está muy necesitada de impulso, para animarlos y para que se empoderen de lo que se nota muchos están hambrientos, y se pueda reavivar en ellos la fe que todavía vive en sus corazones. 

Agradezco de esta primera experiencia la disponibilidad que Dios me regaló para ser instrumento suyo en medio de lo que se me pedía en esa realidad tan particular. 

El Señor me fue regalando mucho en el transcurso de los días. Viví estos días con un sentido de responsabilidad muy marcado, que me ayudó a ofrecer lo mejor de mí para el bien de la misión. Quedo con el corazón rebosado de las tantas gracias recibidas en esta experiencia. Jennifer Castillo

1 comentario:

  1. Juan Carlos Sánchez23 de abril de 2023, 17:17

    En todo amar y servir para la mayor gloria de Dios. Que esa llama que estaba sofocada y que volviste a encender la encuentre así el lucero de mañana que no conoce el ocaso, que es Cristo resucitado. ¡Ánimo!

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