¿Qué decirles de Plan Café? La comunidad que sin tener nada me lo dio todo. Quienes me abrazaron y me hicieron sentir en casa. Sus imponentes paisajes la hacen merecedora de compararla como una extensión de Suiza. Una capilla hueca, situada en un llano en medio de plantaciones de habichuela, sirvió de refugio para albergar niños que felizmente aceptaron la invitación de los misioneros. Allí fui feliz. Me sentí plena porque tenía frente a mis ojos la representación gráfica del sentido de la vida: servir. Y más que lo que yo le pudiera ofrecer a ellos, fueron ellos quienes me rebosaron el tanque de amor a mí. Entre flores silvestres, miradas tiernas, dibujos esperanzadores, abrazos inocentes y fotos emotivas, hicimos de esta catequesis la mejor de las memorias.
Allí no existen electrodomésticos, cerámicas, mesetas, gavinetes, clóset. El acceso a la luz, agua, nutrición y salud sigue siendo un anhelo inalcanzable. ¡Que paradoja tan grande! ¿En serio esa realidad existe en el propio país que vivo? Pero algo más grande que eso sí está garantizado allí y es el lujo de ser humano y hermano.
De Misión me llevó lecciones de vida. Algo que nunca dejará de impactarme es la capacidad que tiene su gente de no quejarse de nada y agradecerlo todo. ¡Qué corazón tan grande tienen!
Algo de Mariela, Wilman, Kevin, Jackeline, José,
Oscar se quedó impregnado en mí. Quizás el destino vuelva a juntarnos, sea
personal, vía llamada o por la memoria eterna que solo las fotos saben
mantener.
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