martes, 28 de abril de 2020

UN TIEMPO DE RECONEXION CON LO COMUNITARIO


Nuestra vida está formada de la presencia marcada de muchas historias que forman parte de una Historia, que toma sentido cuando no se limita a repetir el pasado, sino que engendra novedad a partir de cuando se internaliza, se recrea y se saborea.


Esto es lo que nos ha permitido la Pandemia, como regalo a las pequeñas comunidades, religiosas: internalizar, saborear, gustar; creando una atmósfera de gracia en la que nos ha enviado de vuelta a gestos, rituales y celebraciones, que teníamos olvidadas, como el rezo de las horas litúrgicas con el libro "el Dirnual".

En "Guachu", la primera semana de la cuarentena, fue incomodo volver a estar todas juntas todo el día, todos lo días; tuvimos que refrescar el encanto de las relaciones fraternas, citar a S. Jn. Berchmans: «Mi mayor penitencia, la vida común». Sin embargo, para facilitarnos la convivencia y mantener un clima de respeto y cariño decidimos reorganizar el tiempo común, como ya teníamos las comidas, fue sencillo compartir el resto de los detalles para mantener la casa acogedora y en clima de ayuda para estar conectadas y sensibles al resto de lo que estaba viviendo el mundo.
 Otro aspecto que consideramos en perspectiva universal, fue el dedicar un tiempo más largo y tranquilo a la oración personal y comunitaria, que nos ayudase a entender la situación actual en sentido de "memoria agradecida". Al presentar las noticias al final de la jornada, como ofrenda de la tarde, no queríamos ofrecerlas solo como hechos frustrantes, sino como desafíos que nos vinculaban a muchos otros hermanos-as que a través de los medios cobraban rostros.

La Pandemia puede ser poderosa, motivadora de cambio, hacia el interior de cada una y del grupo comunitario, ella nos ha redirreccionado, nos ha traído de vuelta a "casa", a merendar juntas, a sobremesa más larga, a escucharnos sin prisa; quizás, a fortalecer nuestra identidad y devolvernos reintegradas a la vida real, cuando este fenómeno haya acabado.

Creo que esta experiencia está significando conocer, sentir y amar nuestro propio grupo en clave de Resurrección. Se trata de un tiempo fortalecedor y jubiloso, aunque me hubiera gustado que para ello no tuviera que morir tanta gente, que nosotras junto con la madre tierra, la casa común, deberíamos celebrar.

Que esta pandemia nos ayude a ver lo que todo el mundo ve, pero de un modo diferente: que veamos más largo, más ancho, más lejos y más profundo…


Lucía P. Taveras Rivas. F.I
Comunidad Sur, Casa Maria de la Lucha, Guachupita. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario