martes, 28 de abril de 2020

LA CUARENTENA: UNA REALIDAD QUE NOS ESTA LLEVANDO A NUESTRA RAÍCES


Sé que al ver este árbol seco a la orilla el mar, pensaran que estoy viviendo una desolación, de la que nos plantea San Ignacio de Loyola en sus ejercicios Espirituales. Pero no es nada de eso, solo que, al ver este paisaje en el malecón, percibí que a pesar de que ya su vida está llegando a su final, no ha perdido su esencia ¡Árbol!,   Seco, pero sigue siendo un árbol y además todavía puede ser útil, porque se pueden usar sus ramas como leña.



En este tiempo de Pascua, que estoy viviendo de manera muy especial en medio de esta crisis global provocado por el COVID-19, si algo he aprendido, es ver la grandeza de Dios en medio de tantas dificultades y dar gracias por su gran misericordia.
Siempre escuchaba en mi familia, que “Todo obra para bien” y esto lo repetía hasta de manera espontánea, pero ciertamente que, lo que el hombre descompone, el Señor lo compone y lo hace muy bien.   

Estamos en cuarentena igual que en 1917, solo que, en este momento histórico de nuestras vidas, la humanidad se cree que ya alcanzo el pináculo de su desarrollo, en el cual, los avances tecnológicos, nos mantenían separados; aun estando en la misma casa y paradójicamente, ahora estamos aislados y nos sentimos más unido que nunca. A través de las redes sociales he visto muchos testimonios en lo que puedo ver que Jesús resucitado está caminando entre nosotros. Un video de Guachupita, en el que el barrio está de rodilla clamando a Dios es uno de esos; para lo que vivimos y trabajamos en esta comunidad sabemos que, lo que más brillaba y sonaba en el sector, eran los actos de violencia, de delincuencia… y que hoy en medio de esta crisis sus municipes se muestren humillado ante Dios; para mí es obra de Cristo resucitado.
 
Tenemos más de un mes encerrados y desde el interior de mi casa, llámese mi corazón, me siento agradecida y en paz, porque sin la intención de repetir lo que ya en las redes se ha dicho mucho, mi vida se detuvo bruscamente, de pronto y sin previo aviso.  No tengo que madrugar y aunque tengo que decir que en los primeros días fue difícil, pero aprendí a levantarme tarde. Ustedes dirán y que ¡gran cosa!, pues les cuento que, para mí, esa sencillez es una gran cosa porque a pesar de tener más de un ano fuera de la escuela no lograba quedarme más tiempo en la cama.

Es bueno destacar que en medio de la turbulencia que ha provocado este virus, es sentido la presencia de Dios muy cerca, en personas que se han hecho voluntaria para apoyar a los envejecientes que están solos, en mi familia que han colaborado, para que no tenga que viajar hacia el interior, en Harlenny y María que me acompañan y hacen que esta cuarentena sea más llevadera, en la paz espiritual y equilibrio emocional, las palabras oportunas que les digo a las personas que me llaman desesperadas y abatidas, en la mañana llena de melodía con el canto de los pájaros, … todo esto en definitiva, me pone de evidencia que lo que importa realmente es el SER, en estos días recuerdo con muchas insistencia la frase de nuestra Madre Cándida,  muy conocida por todos nosotros “DIOS ES PADRE QUE DE TODOS CUIDA” cuánta razón tiene nuestra Madre Fundadora, el Señor nos ama tanto a todos sin importar si lo merecemos.

Dios no ha creado este virus para castigarnos, como dicen algunas religiones; sin embargo, a ver tantas injusticias e inequidad, nos ha guardado sin distinción, a devuelto a la creación un respiro de paz y a la más perversa de sus criaturas que somos nosotros, nos está moldeando en el taller del alfarero; que es nuestro hogar y la familia.
Hoy que a fuerza nuestros hábitos han cambiado, estamos siendo más creativos, nuestros hogares se están volviendo más habitables, estamos aprendiendo inexorablemente que somos seres interconectados, que somos parte de un todo y lo que más nos duele, reconocer que no tenemos el control de nada.

En esta casa común llamada planeta tierra; por la ambición del dinero y el poder nos cuidamos la creación, pero aun así el señor camina junto a nosotros porque somos también sus criaturas amadas. Esta cuaresma con todo lo que implica jamás será olvidada, pues en medio de tantas dificultades (corrupción, abusos, …) también vemos actitudes de un Cristo resucitado (entrega del personal de salud, solidaridad entre los presidiarios, apoyo entre las naciones) … estamos viviendo un desierto en el que los acontecimientos nos llevan a revisarnos, a vivir conscientemente cada día, valorando el Ser más que al tener, descubriendo que el vacío que tenemos, empieza a llenarse cuando salimos de nosotros para pensar en los demás.

“Bendito sea Dios que tanto nos ama”, en medio de la Pascua en cuarentena, esta sanando nuestras heridas, nos está llevando a volver a nuestros orígenes, nos esta ensenando a valorar las cosas sencillas de la vida y lo más grandioso es que nos está formando para que seamos mejores personas.   
Seamos como el árbol de la foto que, a pesar de la adversidad, como creación divina sigue siendo útil, lo mismo nosotros en todo amar y servir como nos dice San Ignacio de Loyola.

Doy gracias a Dios por la Congregación de las Hijas de Jesús, de manera especial a tantas hermanas con las que he compartido, con ellas he aprendido a ver a Jesús en los acontecimientos de mi vida.  

      Lucia Guzmán
Ex directora, Escuela San Martín de Porres (Guachupita)
Miembro del Equipo de Animación del Carisma.



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