Lo mejor de emprender un camino es la aventura
que figura, la incertidumbre de lo que está por venir y la certeza de que
saldrás cambiada tras el andar. Dios es creativísimo a la hora de comunicarse
con sus hijos y conmigo no ha sido excepción. Para mí, el tiempo que llevo de
búsqueda ha sido una constante oportunidad de encontrar a Dios en los altibajos
del camino.
El encuentro del
pasado fin de semana tuvo mucho significado en el rumbo por el que hoy apuesto.
Tras estar lejos por meses e incomunicada por semanas tras el paso del
huracán María por mi país, me acercaba a esta experiencia con muchos deseos de
reconectar:
Reconectar conmigo misma, con los deseos que Dios ha ido ahondando
en mí, con las hermanas, con los espacios y las demás compañeras que comparten
el proceso.
No lo puedo negar: llegar a este encuentro supo a llegar a
hogar. Y con eso, les dejo unos breves versos que nacieron como resumen
del camino andado, culminando con lo vivido en el Encuentro. Hoy vivo una
gratitud paciente, en movimiento, pero sin adelantarme, sostenida por hondos
deseos de seguir yendo tras las huellas de Jesús en mi vida. Espero entre paz y
ansias al porvenir.
Descubrir a Dios
en la furia de
emoción
cuando lo duro no
pesa,
mas te lanza hacia
el futuro,
hacia una
incertidumbre llena de Promesa,
nada es obstáculo
y todo te habla del
Amor
en el mirar un
rostro hermano
y, al conmoverme
por su humanidad,
descubrirte tan
real en su piel
que no quiero más
que amarle
como tú le amas
hasta el extremo
en el silencio de
la intimidad
cuando mil palabras
no alcanzan a describir
la comunión cierta
y densa
entre Creador y
Criatura
inefable, tierna,
eterna
en la espera árida
de su calor
cuando la tormenta
de viento
te ha extraviado de
donde un día te hallaste,
cuando crees que
solo retrocediendo
podrás abrazártele
de nuevo
en el seguir
andando a la intemperie
con frío en la
espalda y una chispa
amainando en el
horizonte,
pero con la certeza
que no existe
primavera sin
invierno
ni invierno sin
primavera
en arribar fría,
agotada, a una puerta,
que abre a un
espacio
de novedad y
nostalgia,
que huele a familia
y hogar,
calidez y acogida,
a fraternidad, a Ti.
en despedirte con
un “hasta luego”
renovado,
agradecido,
con el corazón
entre la paz
de saber que hoy
has llegado
y las ansias de
saber mañana,
que está, en su
Promesa, por llegar.
Adriana Sepúlveda, Puerto Rico
No hay comentarios:
Publicar un comentario