viernes, 21 de abril de 2017

Gracias Señor por enviarme...

Es mi segundo año de misión, y cada vez resulta más emocionante, cada momento que vivo, cada persona que conozco, cada niño que abrazo… me llena de gran alegría el poder compartir mi pequeñez con aquellos que más necesitan y que me entregan tanto desde el primer  momento en que comparto con ellos.

Mi experiencia de misión  en esta Semana Santa 2017 con las Hijas Jesús, esta vez acompañando a la comunidad  (Rosa la Piedra) en Elías Piñas,  me llenó de alegría y a la vez de sentimientos más grandes que yo, los cuales me saltaban y querían salir de mi. En ocasiones me asustaba de aquello tan extraño que ocurría en mi pecho. Era una sensación de frío y calor, de apretamiento y de paz, fue algo maravilloso que Dios me dio la gracia de sentir.

Cada día que pasaba en esa comunidad era una experiencia nueva y se volvía más interesante. El cariño, la entrega, la pasión con la cual ellos se brindaban y colaboraban me daba la fuerza de seguir cada día y recorrer  casi 4 horas de camino de ida y vuelta  hacia la casa, y al finalizar el  día me quedaba con esa gran satisfacción y deseo de volver.

Recuerdo que un día llegué a la casa de la encargada de la comunidad (Reyita), su esposo me flotó las piernas con mentol por el gran dolor que sentía..¡¡¡Dios! fue tan lindo ver su preocupación y entrega que me hicieron sentir como si estuviera en casa!!  Y fue entonces donde pude confirmar una vez más que amar es cuidar, es entrega, es dedicación, es darte desinteresadamente, así como Jesús se entregó  y amó. y es a eso que me siento llamada e invitada. 

Fueron tantos los momentos bellos que viví. Momentos que me hicieron reflexionar, sentir, desear… y me quedé con ésta canción que aún resuena en lo más profundo de mí: "Para que mi amor no sea un sentimiento, tan solo un deslumbramiento pasajero……. Quiero hundir más hondo mi raíz en ti y cimentar en solidez este mi afecto……. Más allá, de mis miedos más allá de mi inseguridad, quiero darte mi respuesta…." (En mi Getsemaní).

No me queda más que dar las gracias. Gracias a Dios por haberme permitido vivir esta experiencia,  gracias a las Hijas de Jesús por haberme dado la oportunidad,  gracias a cada uno de mis compañeros misioneros y de manera muy especial, gracias a la comunidad de Elías Piña por haberme acogido con tanto amor, gracias. Dianny Adon 












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