El jesuita José Ignacio González Faus, uno de los dos o tres grandes
teólogos españoles, advierte de las presiones en las que se mueve el
Papa Francisco y defiende que la Iglesia se desprenda de sus bienes en
favor de los pobres. González Faus dictó ayer, sábado, la conferencia
“De Romero a Francisco, y los pobres de Cristo”, promovida por el Comité
Óscar Romero de Asturias. Monseñor Óscar Romero, arzobispo de San
Salvador, fue asesinado el 24 de marzo de 1980, después de que
denunciase con tenacidad las injusticias de su pueblo. Y aunque antes
había sido un mitrado de corte clásico, fue otro asesinato, el del
jesuita Rutilio Grande (12 de marzo de 1977), el que acentuó sus
denuncias en nombre del Evangelio.
González Faus, nacido en Valencia en 1933, ingresó en la Compañía de
Jesús en 1950. Culminó sus estudios teológicos con el doctorado en la
Facultad de Innsbruck (Alemania). Ha sido profesor en el Instituto de
Teología Fundamental de San Cugat del Vallés (Barcelona), así como en
varias universidades latinoamericanas. También fue responsable académico
del Centro de Estudios Cristianismo y Justicia de Barcelona. Entre
sus libros destacan “La humanidad nueva. Ensayo de cristología” (1974),
“Acceso a Jesús” (1979), “Clamor del reino” (1982) y “Proyecto de
hermano. Visión creyente del hombre” (1989). Sus últimas obras
publicadas han sido “El rostro humano de Dios”, “Otro mundo es posible…
desde Jesús”, “Herejías del catolicismo actual” y “El amor en tiempos de
cólera… económica”.
-¿Qué es lo que va de Romero a Francisco?
-Lo que tienen ambos en común es la sintonía evangélica con el mundo
de hoy. Una mirada al mundo desde los ojos del Evangelio que en Romero
supuso su asesinato en El Salvador, y en Francisco, con un magisterio
más amplio, supone lo contrario a una mirada puramente ejercida desde el
poder religioso, que es la que tiene muchas veces la Iglesia oficial,
como si se creyera la voz de Dios y fuera mucho más la de un juez que de
un hermano. Y en el tiempo que va entre ambos se ha dado lo que el
teólogo Karl Rahner llamó un “invierno eclesial”, es decir, que después
del Concilio Vaticano II, por miedo o por la imprudencia de un lado,
vino la reacción de la curia, que se supone la tenía más o menos
pensada. Yo digo a veces que habíamos metido el Concilio en el
congelador y a ver si ahora lo sacamos y lo ponemos un poco al baño
María para que vuelva. Quizá la gran promesa de Francisco sea que
saquemos la mirada evangélica del congelador.
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