miércoles, 6 de mayo de 2020

EN LA CUARENTENA FLORECE LA GENEROSIDAD

La recomendación internacional de quedarnos en casa nos ha dado la oportunidad de estar más conscientes de nuestra realidad personal y de la que nos rodea. En ese sentido, resulta inevitable pensar en nuestras condiciones para colaborar con quienes tienen menos oportunidades que nosotros.

Es inevitable es recordar que por necesitada que una persona se encuentre siempre hay alguien que necesita más… Esto aplica a todos los aspectos de la vida: a los emocionales, los espirituales, los afectivos, los económicos. 

Pensando en ese tipo de cosas estaba yo cuando mi querida amiga María me comenta lo preocupada que está porque hay familias de la comunidad escolar del barrio Guachupita que necesitan ayuda para su alimentación, ya que su comida depende de los ingresos que generan trabajos ahora imposibles de realizar. 
María lo sabe porque es amiga y colaboradora de las Hermanas Hijas de Jesús, congregación que gerencia varias escuelas de carácter público en la zona, en el país, en el mundo. Las hermanas están en contacto directo con la realidad de la comunidad porque, además, en sus escuelas se reparten ayudas de programas asistenciales del gobierno. 

El comentario de María nos generó preocupación inmediata, así como la inquietud de cómo organizarnos para ayudar. Con algo, con lo que fuera. Animadas por nuestro grupo de amigos, sin pensarlo mucho, dimos un número de cuenta bancaria e hicimos una nota solicitando ayuda, algunas llamadas, mandamos mensajitos, abrimos nuestras redes sociales para que parientes y más amistades se enteraran de que juntos podríamos colaborar.



Las sorpresas para mí fueron muy grandes. Una de las primeras respuestas a nuestra gestión de fondos para comprar comida fue clave: Otra amiga querida conocía a un suplidor de compras de alimentos y le pidió ayuda para nosotros. Este amigo decidió aportar el costo del 20% de lo que compráramos. Estos dos amigos cubrieron, finalmente casi el 30% del costo total de la compra. Y, por otra parte, la gente comenzó a donar a la cuenta! Alguien mil, alguien dos mil, alguien tres mil, alguien cinco mil, alquien quince mil, alguien veinte mil, alguien quinientos dólares, alguien cien mil! Wao! En unos días se reunió dinero para comprar 300 paquetes de alimentos. Parecía increíble que algo que surgió tan espontáneamente encontrara el apoyo de tantas personas incluso desconocidas entre sí. Tanta solidaridad inmediata, tanta confianza y cariño. 
Cuando lo cuento me doy cuenta de que la solidaridad, en realidad, no es increíble. Es lo que más tenemos los seres humanos, es el valor que sostiene la existencia humana, las familias, la sociedad. La solidaridad es un valor humilde, es intrínsecamente ajeno a la ostentación, no le hace falta a su grandeza. Por eso nos sorprende hasta llamarla por su nombre y reconocerla: Solidaridad. 

En este caso, podríamos considerar que el aporte logrado por esta cadena de solidaridad es también bastante humilde. Lamentablemente, se trata de una ayuda muy pequeña dentro de las circunstancias y necesidades, es como un grano de sal en el mar. Sin embargo, este pequeño esfuerzo hará una pequeña diferencia en algunos días de algunas personas que seguirán después trabajando para seguir adelante. Y saldrán adelante, confío en ello. Saldremos adelante todos juntos. 


Y qué bueno algo más, que es lo más importante para mí: Sentir que la vida es una gran red de solidaridad donde aprendemos y dependemos unos de otros para unas y otras cosas. Que de eso se trata la vida, al fin y al cabo. 





Sigamos adelante!

2 comentarios:

  1. Qué gran gesto que inspira! Dios bendiga y provea siempre, amén!

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  2. La solidaridad en una de las virtudes mas hermosa qie posee el ser humano y la manifiesta en los momemtos de mas necesidad.

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