jueves, 8 de agosto de 2019

Santiago, Licey al medio
23 de junio de 2019

Querida Madre Cándida (Candi) hoy te escribo estas líneas para expresarte lo que siente mi corazón.

Mientras leía la Historia de la Congregación, el Tomo I, e iba conociendo más a fondo el origen de la misma, y todo lo que fuiste viviendo para alcanzar el deseo de Dios y tu deseo, mi corazón se llenaba de alegría, emoción, coraje y sobretodo sentía una vez más el deseo de pertenecer a tu tan amada Congregación. 

En cada capítulo me iba sintiendo cada vez más parte de este cuerpo. Cuerpo que mujeres sencillas, poco estudiadas, pero dispuestas y amantes de Cristo, fueron creando y dando vida poco a poco. 

Hoy agradezco la vida y entrega de cada una, en especial la tuya Madre Cándida. Gracias por dar ese sí tan generoso y desprendido. Un sí que les abrió las puertas a muchas personas que se identificaron con tu carisma y encontraron en ti y la Congregación el lugar propicio para servir, para ser más humanos, para ser libres, para amar, para ser feliz…

Gracias por el cuidado y entrega a tus hijas, alumnas, y conocidos, mostrando una vez más, que lo más importante para ti y cada una de las hermanas es el cuidado de la persona. ¡Y esto es una de las cosas que más me enamoran de esta gran familia!

Hoy sigues siendo para cada una de nosotras, esa corriente de agua que va mojando nuestra tierra, nuestra vida. Que junto a las manos del Padre, El Hijo y El Espíritu, continúan moldeándonos para poco a poco ir alcanzando la plenitud y desde ahí poder llegar hasta el fin del mundo, dando a manifestar la bondad de Dios que a todos nos hace hermanos. Eso que tantas veces proclamaste. 

Tu vida no terminó con la muerte. Sigues viva en cada una de las hermanas de todo el mundo que continúan tu legado, entregándose cada día por el bien del hermano. Dejándolo todo, como tú también lo hiciste, dejar todo, para ganar todo. 

Hoy me siento muy agradecida de formar parte de esta Congregación, que con el paso de los años en cada acción y proceder, muestra que es de Dios y que Dios lo quiere. Gracias por tu vida entregada por amor. Tú que estás cerquita del Padre háblale de mí, que me conceda la gracia de ser fiel, servidora y seguidora hija suya, que mi humanidad se vaya santificando y que cada día pueda caminar más cerca de Él. 

Con una gran alegría y gratitud se despide otra hija tuya: 

Santa Maribel Adon Santos (Dianny) Postulante

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