viernes, 9 de agosto de 2019

A LA GRAN FAMILIA MADRE CANDIDA. Graciela Francovig

                             JHS 
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R. 348/19 

Roma, 9 de agosto de 2019 


A LA GRAN FAMILIA DE LA MADRE CÁNDIDA 


Queridas hermanas, queridos laicos, queridos jóvenes: 

Hoy quiero unirme a todos y felicitarlos en el día de nuestra querida Madre Cándida. Día de fiesta, de celebración y de acción de gracias por la obra que Dios hizo en ella. En los últimos días de su vida, desde que enfermó y hasta que murió, nos dejó algunas frases que las hermanas que la acompañaban nos las transmitieron y que son verdaderas ‘reliquias de familia’. Una de ellas muy conocida por nosotras fue: “Muero tranquilísimamente tranquila”. Las suyas eran frases simples pero resumían mucha vida y profundidad de fe. Esa tranquilidad yo la leo hoy como la confianza que tenía en las hermanas para dejar en sus manos la Congregación con apenas 41 años de vida (1871-1912). Confió en Dios quien le había regalado ese carisma para la Iglesia. Y confió en las hermanas que lo encarnarían con fidelidad, respondiendo a los tiempos, dejando que el Espíritu les mostrara en cada momento cuál era la mejor expresión del mismo, y qué rostro dar en cada circunstancia, tiempo y lugar. Y en eso se han empeñado las Hijas de Jesús por más de 148 años. 

Cuando pensaba en esta carta dialogaba con la M. Cándida preguntándole: ¿qué quieres decir hoy a las Hijas de Jesús, a los laicos, a los jóvenes…? Para quienes conocen nuestra Casa Curia les cuento que tuve un largo rato de diálogo con ella en la Sala-exposición de su vida y su historia. Aquello que como familia queremos y cuidamos entrañablemente, porque nos habla de pertenencia a una herencia recibida. 

Les comparto lo que sentí junto a ella: hemos recibido una Determinación que nos habla del tercer párrafo de la Fórmula del Instituto que ella misma escribió. Le pedí esta gracia: que nos ayude a descubrir qué quiso decirnos en ese documento fontal, uno los primeros que ella escribió. Y le expresaba mi deseo y compromiso de profundizarlo para hacerlo vida, para ser fieles a esa Fórmula que condensa nuestra vocación consagrada en la Iglesia. Le preguntaba: 

¿qué quieres decirnos cuándo nos hablas de verdadera pobreza evangélica? Y percibía su respuesta: fijos los ojos en Jesús a quien queremos seguir de cerca y que eligió para sí la pobreza. Por eso la M. Cándida deseó la pobreza para ella y sus hijas, porque Jesús la eligió. 

Y con este Jesús pobre y humilde no podemos olvidarnos de sus preferidos, los más vulnerables de nuestra sociedad, los que hoy con la movilidad humana tienen rostro de migrantes y refugiados. Tampoco podemos olvidarnos de nuestra casa común que sufre con nuestras acciones que la maltratan buscando a veces intereses personales y egoístas, para todo esto tenemos como instrumento el discernimiento en común. Y los jóvenes, también los preferidos de la M. Cándida. 

Quiso que su Instituto fuera para la educación (acompañamiento-formación) de la niñez y la juventud. Los jóvenes estaban en el corazón de nuestra Fundadora. ¿Puede no estarlo en el corazón de cada Hija de Jesús y de cada laico que quiere seguir a Jesús desde el carisma de Cándida María? Por eso sentía también que ese mundo pequeño para sus deseos, hoy se expresa en 19 países, y ahí los educadores dedicados a nuestras escuelas queremos dar continuidad a “su modo propio de educar”. 

Les invito a reposar en el corazón esto que les comparto. Tenemos una tarea y el compromiso de mantener vivo el carisma que ella nos dejó en la Iglesia. Esa es la mejor manera de celebrar a nuestra querida Madre Cándida. 

Un abrazo fuerte y cercano. Rezo cada día por todas aquellas personas con las que las Hija de Jesús y laicos se relacionan y por eso se vinculan a la Congregación. Deseo que, como Jesús, pasemos cada día haciendo el bien. Y esa será nuestra mejor manera de seguirlo y testimoniarlo a los demás.                    

 Graciela Francovig 


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