martes, 26 de noviembre de 2013

La presidenta de BRASIL: “Salir de la miseria es el principio de otras reivindicaciones”

Casi al final de esta entrevista, que no fue una entrevista sino una conversación cuya duración, sin saber muy bien cómo, se acabó extendiendo más de lo previsto, la presidenta Dilma Rousseff me repitió, entre risas, una idea que ya había esbozado a mitad de la charla y que, según ella, explica extraordinariamente bien algunas paradojas brasileñas.

– No te olvides de que por aquí tienes que tener cuidado, porque te detienen por tener un perro y por no tenerlo.
Una de esas paradojas, quizá la más llamativa, se produjo hace unos meses. Brasil vivió en junio pasado una catarsis nacional. Centenares de miles de brasileños ocuparon las calles de las principales ciudades del país, las mayores protestas en una generación, cansados, según coincidieron numerosos analistas independientes, de las deficiencias crónicas de los servicios públicos, educación, sanidad, y la percepción de una clase política plagada por la corrupción y la desidia. Puesto que millones de personas han abandonado la pobreza en Brasil en los últimos años con las políticas primero de Luiz Inácio Lula da Silva y luego de la propia Rousseff, las motivaciones últimas de los manifestantes no resultaban obvias de inmediato. El movimiento sorprendió tanto al Gobierno como al resto del mundo, pese a que protestas aparentemente similares habían estallado también en otros países. Los inversores internacionales agudizaron los oídos, temerosos siempre de la estabilidad institucional. Cierta prensa internacional comenzó a dudar de Brasil como país de éxito. No pocos de los gobernantes cuestionados en otros países por sus ciudadanos, especialmente por los más jóvenes, se mostraban acorralados y desorientados. Rousseff fue la única en advertir de inmediato la importancia de lo que estaba sucediendo, la única en tomar la iniciativa política de escuchar a la calle y la única en remontar en pocos meses el desplome de popularidad que aconteció durante aquellos días extraordinarios. Así que comienzo la conversación preguntándole en qué momento preciso fue consciente de la gravedad de la situación y de la necesidad de reaccionar políticamente.

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