—¿Cómo me voy a quitar este olor? —Pensé cuando llegué a mi
casa.
Acabo de
llegar de Elías Piña, de un pueblo perdido en la montaña: concluyendo así con
una experiencia de tres días de largas caminatas, entre la miseria y el olvido;
entre lo que debería ser, pero no es.
En Guanito
de Elías Piña, se encuentra la comunidad del Valle, un lugar donde la gente vive
cada día, por su precio; donde no hay tiempo para guardar lo de mañana y donde
los niños son una esperanza que no se puede perder.
Mi hedor se
quitó con un poco de jabón, el dulce aroma a sudor y estiércol en el que vive
Gabrielito, Evelito, Kelvin… ¿Cuándo dejaran de preocuparse por el pan de
mañana? ¿Cuándo volverán a ser niños? ¿Cuándo la pobreza será para ellos una
experiencia de Semana Santa y no una realidad permanente?
Estos tres
días, he caminado con las Hijas de Jesús en tierras, para mí, desconocidas. Lo
que ocurrió en Elías Piña, solo Dios y yo lo sabemos, pero puedo decir que Dios,
El gran Omnisciente a quien homenajeamos con incienso y solemne postura… también
tiene la mano pequeña y sudorosa, camina de una a dos horas al día para llegar
a la escuela (por lo que pocas veces huele bien) y nos espera en el fin del
mundo con una sonrisa sincera en los labios.
Dios,
creador de todas las cosas, siembra habichuelas dos veces al año y cela su
cosecha como si su vida dependiera de eso (y no es para menos). Ese manantial
de agua viva también tiene que caminar kilómetros perdidos; junto a la mamá de
Leury, con dos garrafones de 60 litros para buscar agua quién sabe dónde… Ese
Dios que nos mandó a someter todas las creaturas, también tiene una cerca con
un par de animales para que como dijo Nelson: ¨Si pasa algo hay que tener un
repardito, pa´ que te preten alguno peso¨.
Dios se
cansa, pero sigue caminando; llora los muertos, pero, se alegra con los vivos;
camina despacio y ronca durmiendo; Dios lucha, con todas sus fuerzas por
sobrevivir; Dios camina conmigo en silencio porque no sabe hablar español y con
su manita aprieta mis dedos para que no olvide que está ahí, Dios ama y su mirada
perdida encuentra esperanza en la mía; Dios no huele a incienso y su aroma de
verdad que te tenta a darte una buena ducha.
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Agradezco a
Dios su abrazo hediondo que se desprende de lo poco que tiene para dármelo, que
me recibe en su casa sin parafernalias. Agradezco su gesto humano que mirándome
a los ojos me desnuda, destruye mis ideologías, mis caprichos y me eleva a lo
sublime, digno y cierto que se esconde en la loma, donde el autobús no llega y
los pies no paran. Gracias a la gente
bella que lucha incansablemente por el desarrollo de tantos niños/as del Valle.
Pido por tantas personas de corazón dispuesto y manos generosas que han dicho
sí a Dios, consagrando su vida a las humildes almas de tan exuberante montaña y
pido algún día poder decir: —ya
no puedo quitarme este olor.
Experiencia de S.S. Vocacional 2022, El Valle, Elias Piña
Escrito por: Roberto, novicio de la Compañía de Jesús