Marina Ruiz, voluntaria FASFI,
nos cuenta su experiencia
en el barrio de la Isla
Agradecida por este mes de Agosto de 2017, en el que he podido experimentar la increíble sensación de llegar a un lugar desconocido y volverme sintiéndome parte de una gran familia.
Estoy muy contenta de que nos hayan permitido formar parte y abrir esa vía para que vengan futuros voluntarios y el barrio de La Isla se pueda beneficiar de la colaboración de FASFI allí.
Podrían haber sido reticentes, hostiles, desconfiados,... y sin embargo se han mostrado abiertos, hospitalarios, agradecidos, deseosos de conocer cosas nuevas, diferentes puntos de vista. Ésa es una cualidad importante como comunidad, y el simple hecho de que comiencen a participar cada año diferentes personas de otros lugares, con otras costumbres, les puede enriquecer mucho. El primer paso ya está dado, ya sólo falta que se continúe la tarea porque ellos están más que dispuestos a que así sea.
Y con esa visión y esa actitud, el voluntario/a podrá disfrutar de una comunidad acogedora, de unos niños que te salen al encuentro o que cambian de dirección sólo para poder darte un abrazo o un beso, de unos vecinos que comparten contigo sus vivencias, sus miedos y hasta sus recetas de cocina; de un barrio que, a pesar de sus limitaciones, está dispuesto a recibir con los brazos abiertos nuevas experiencias y que tiene muchas posibilidades de progresar.
Porque para los que hemos crecido con el carisma, las enseñanzas y frases de la Madre Cándida, el ver en las escuelas “El mundo es pequeño para mis deseos”, cantar la canción de “al fin del mundo iría yo en busca de almas”. El escuchar a personas que viven a tantísimos kilómetros de ti cómo conocen y cuentan la vida de esta mujer tan especial hace que te sientas como en casa, te da una sensación de paz y de familiaridad que elimina cualquier distancia y diferencia cultural.
Formamos parte de la misma familia y compartimos la misma misión: “En todo, amar y servir”.
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