Te
levantas con los gallos de alarma, abres ventanas, aunque haga un poco de frío las abre para que entre la poquita claridad del amanecer.
- Buenos
días, Isabel.
La
hermana Isabel ya tiene el desayuno preparado. Mientras tomas el café recién
hecho, escuchas que van llegando los niños, algunas niñas limpias con sus moños
bien peinados, otros niños buscando su agua para bañarse. Piensas, no puede ser
cierto. No puede ser cierto que tan pronto estén aquí y que un día más… no haya
agua en la comunidad. La misma taza del café sirve para el lavado de
dientes.
- Yomarys,
buenos días. Ella, sin desayunar
tiene tal actividad como si fueran las doce de la mañana. Con su tono de voz alta, aparentemente enfadada, pero con mucha pena por
dentro… - Lo siento mucho, mis hijos,
no hay agua, y el poco agua que hay es para la escuela.
¡Vengan
a por los galones (garrafas-botellas) para
subir a la escuela!
Agua
que el día anterior fue cogida en la pileta de la casa con un cubo y una soga
por Laura y los muchachos que siempre están dispuestos a colaborar. Agua que es
para que se pueda cocinar y beber en la escuela. Después del desayuno y aseo, es hora de ir a
la escuela de arriba o a la capilla. En los dos sitios se dan clases. Te
preguntas, cómo se portaran hoy, quiénes faltarán… Es martes, del grupo de
los pequeños vendrán más que los mayores, éstos irán al mercado de Totoi…,
ah no, es viernes, seguro que vienen muy pocos, mercado de Elías Piña,
final de semana es sinónimo de ropa sucia por falta de agua…
Mientras
esperas a que vengan, ves pasar un camión, el de la compañía de aguacates,
mujeres con bultos en sus cabezas van a algún mercado, hombres con sus machetes
en la cintura se dirigen a trabajar en su conuco (terreno) 8.30, hora de empezar, esté quien esté. En la
oración damos a gracias a Papá Dios por la poquita agua que cayó, que nos sirve
para lavar ropa o bañarnos, por la escuela, por las maestras, por el día que
está bonito y por el sol que nos calienta. Pedimos que nos ayude a aprender, a
no pelearnos ni a subirnos a la matica (árbol). También pedimos a Mamá
María por nuestra familia, hermanitos y para que haya agua en la comunidad.
Cantamos el himno, que lo cantamos sin tresillo, a la vez que subimos la
bandera en una matica (árbol) de mango. Intentamos entrar en clase como
las personas. Todos quieren entrar corriendo.
- ¿Qué
día es hoy?
- Martes
- Mm... No,
¡domingo!
- ¡¡Miércoles!!
Aunque
sepamos cómo se llaman los días de la semana, no sabemos el orden ni en qué día
vivimos. En ello estamos…
- ¿Mañana
hay clases? Pregunta alguno con cara de penilla.
Aprendemos
las letras, con ritmillo aprendemos que la m con la a dice ma,
la s con la a, sa…ayer, antes de ayer y desde hace días
estamos viendo lo mismo y no entiendes cómo no pueden retener tan poco.
- Marta,
me duele la barriga…
- ¿Cenaste
anoche?... ¿Has desayunado?...
Igual
esto puede ser parte de la causa de que no aprendan como se espera, la
desnutrición y mal nutrición.
- Cecilia,
estate quieta…
Aunque
por dentro me pregunto, cómo va a estar quieta y prestar atención si nunca
ha tenido una disciplina, rutina en una escuela…
- ¡Queremos
escribir!
No
son constantes, y al igual que Cecilia, no pueden prestar mucha atención. Cada
cual con su mascota, (cuaderno), alguno con su lápiz roído. Manuelina,
cogiendo el lápiz como un machete, apuntando a la de al lado…
- Me
está buscando chisme…
- No,
¡fuiste tú primero!
Deseando
salir al recreo. No hasta que no acaben la tarea, hay que esforzarse un chin
(poco) mas. Todos quieren un juguete de cocinita, un carrito, aro, pelota…
Juegan unos con otros, otros discuten porque yo lo cogí primero. Viene
Emilio desde la escuela de arriba con el chocolate calentito, señal de que sí
han ido madres a cocinar, por lo tanto, hay comida en laescuela.
- ¡Los
muchachos, una fila! Gritan ellos mismos.
Servimos
el chocolate y directos van a coger una hojita a la matica (árbol) para utilizarla como cucharilla. Aunque les
llames la atención, la cogerán. Entramos un chin (poco) más a clase, más
revueltos que a primera hora. Acabamos la tarea que no dio tiempo o pintamos un
dibujo en el que podamos identificar los colores, pues no todos saben
identificarlos. A las 12.30 subimos a la escuela para comer. Todos quieren
coger tu mano.
- Yefri,
Juan Carlos, no os peléis, podemos ir todos de la mano…
- ¡¡¡Voy
en busca de un leeeón!!! ¡¡Cogeré el más
grande!!...Cantamos mientras andamos.
Única,
una niña de no más de 11 años, está asomada al camino cargando a su hermana Ana
Gabriela. Llegamos a la escuela.
- ¿Cómo
está, doña? Saludo a la madre que hoy le toca cocinar.
- “Tamos”
bien... Le falta un chin al arroz.
- Vale,
voy preparando el agua para fregar.
Sigue
sin salir agua del grifo, pero suerte que tenemos reserva de agua en cubos de
pintura.
- Marta,
¿cuántos hay? Me pregunta Alberto.
- 33,
y aquí los mayores 44.
Siempre
ronda algún muchacho del turno de la tarde, entonces no son 77 platos a servir,
sino 78,79… Cada cual coge su plato de arroz, como cualquier día. El suelo vale
de silla y mesa mientras te quema el sol. Te indignas al pensar cuántas veces
han prometido una carpa y ninguna autoridad competente lo lleva a cabo. Una
pareja del grupo de los mayores friega los platos, los pequeños las cucharas.
Todos quieren comer el concón. Hasta yo. Las madres que han cocinado,
friegan el gran caldero. Llegamos a la casa para comer nosotras y ¡ya están los
muchachos ahí!
- Está
muy bueno, Yomy.
- Atrévete
a decir lo contrario. Alberto, come pepino, tiene insulina. No puede sobrar comida.
Y si
sobra, se la damos a los muchachos de la tarde que están por ahí.
- ¿Quién
viene?
Parece
que es una visita del Distrito de Educación. Te preguntas, a qué vendrán,
últimamente vienen más…
- Pasen,
pasen. Siéntense. Sírvanse arroz….
- ¿Qué
tal, cómo están los muchachos? ¿Cuántos hay? ¿Qué nivel tienen? ¿En qué podemos
ayudarles…?
- Ay…
no puede ser… no podemos permitir que estén sin agua, sin ropa, sin una pizarra
en condiciones,
ay noo…
- Sí,
ahora es cuando están teniendo algo, se están alfabetizando… mínimo 13 años un
profesor
nombrado y compruebe usted mismo como está la comunidad…
Los
responsables durante años han sido todos, y ahora parece ser que se lamentan.
Cuando se van, te preguntas si es cierto que harán todo lo prometido.
En
la comida también aprovechamos para contar alguna anécdota o vivencia de la
mañana.
- Verdaderamente,
Ifrágido tiene la enfermedad de leer, no para… Y Emilio, no deja de fuñir (molestar)
a los demás… yo le voy a soltar en banda…
- Hoy,
visitando a las familias, Arbelina me llevó a casa de un niño con el pelo
rubio,
rubio,
hinchado, hinchado, las manos, piernas…
es debido por la desnutrición. Me
impresionó
mucho.
Cuenta Isabel.
- ¿Quién
quiere café?
Y
con la comida en la garganta, Laura prepara el café. Hoy está ilusionada porque
le han traído café en un bote. Laura, Nicol, como le llamamos, con su
café y cigarro está menos estresada, más tranquila. Intentas dormir un poco
pero con la bulla de los muchachos afuera, difícil.
Son
las 14.00, sin apenas descansado nos vamos a la capilla o a la escuela a dar
clase al turno de la tarde. El grupo de la tarde de la Capilla son menos y
tienen más nivel que los pequeños que
van por la mañana. Marinita y Yani siempre llegan las primeras. Rafael viene
desde Rosas las Piedras. Eliseo con su sonrisa temes cómo se portara hoy. Y
así, van llegando todos con su ilusión y ganas de aprender.
- ¿Que
habéis hecho por la mañana?
- Fregar,
trapear, mudar animales, buscar agua, leña…
Tienen
vida de personas adultas. La escuela es el único momento donde tienen derecho a
la infancia. Al igual que con el grupo de la mañana, hacemos una oración dando
gracias a Papá Dios
y a Mamá María.
- ¿Qué
queréis hacer hoy? ¿Español o matemáticas?
A
todos les ilusiona leer palabras que conocen sus letras, no así hacer restas.
Ángela se enfada cuando algo le sale mal. Yohansel tiene mucho deseo de
aprender pero le resulta difícil adquirir y retener conocimientos. Arbelina
puede esforzarse más. Tony destaca entre ellos. Raulín
y Yeison acaban de llegar, vienen desde
Plan Café.
- Vale,
entrar, pero tenéis que llegar más pronto.
En
el recreo, también jugamos y tomamos la merienda. Un vaso de leche y un pan. Si
se sobra leche, repetimos. A las 17.00 cada cual a su casa.
- Ve
a tu casa, a buscar el agua, que al final se te hace de noche…
Ves
a los del grupo de la mañana con ropa sucia y rota. Al principio te cuesta
reconocer que ese muchacho es el mismo que el que iba a la escuela por la
mañana con ropa limpia. Ahora después de clase vienen las personas adultas a
alfabetizarse, más mujeres que hombres. Dos grupos, uno en la escuela de
arriba, otro en la capilla, y la misma ilusión que tienen sus hijos de aprender,
tienen ellas. Algunas no saben coger el lápiz, otras identifican alguna letra,
y los hombres saben un poco más que las mujeres. Nos ponemos cerca de las
ventanas y puerta.
Anochece
pronto y no hay luz. Antes de que empezáramos el proyecto de la alfabetización,
algún día ibas a visitar a alguna familia.
- ¿Donde
vive Luis Alfredo?
- Ahí
mismo
Y te
das cuenta que tu concepto de ahí mismo no es el mismo que el del
muchacho que te acompaña.
- ¡¡
Saluuudoos Doña!! ¿Cómo está?
Con
una sonrisa te reciben y te ofrecen una silla de madera para que te sientes. El
bebé de la casa, como su madre le trajo al mundo, anda por ahí, asustado o
llorando al verte.
- No
tengo nada para brindarte...
- No,
no, no se preocupe… ¿Qué tal las habichuelas y los guandules?
- Ahí
van…
- ¿Y
su marido?...
Y
así, mantenemos una conversación, y te das cuenta de lo difícil y dura que es
la vida para las personas de la comunidad… Ahora,
con la alfabetización, después de estar una hora y media con las personas
adultas, vamos a la casa. Siguen los muchachos por allí. Algunos y algunas
paradas con sus galones, otros ayudando
a coger agua, otros simplemente están. En ese momento alguno aprovecha para
contarte algo.
- Hoy
cogí café.
- ¿Y
cuanto te dieron?
- 50
pesos.
- Mañana
no voy a la escuela.
- ¿Por
qué?
- Porque
no hay agua y no tengo zapatos…
Entrada
la noche, cada uno va a su casa, corriendo, porque creen en supersticiones y
tienen miedo.
- ¡¡Me
fui!! ¡¡Hasta mañana!!
Y
veloces, marchan a sus casas. Al quedarse todo en silencio se escucha música de
fondo. Es Fernelys con su radio que está siempre escuchando música.
A la
luz de una lámpara de gas y entre risas, porque Alberto siempre hace alguna
gracia a Laura, cenamos.
- Mira
que sois malos…
- Eh
no, sois no, es… que yo ahora no he dicho nada.
Algunas noches dormimos pronto. Bueno en verdad, yo soy la que duermo pronto. Otras noches jugamos al Rummy, juego de mesa
no pensado para lugares sin luz pero muy explotado en el Valle. Yomarys cuando
tiene buenas fichas, puede “desguanñigar” el juego y canta la canción de
la feria de San Andrés. Laura tiene como objetivo quedarse con el comodín. Y
Encarna se queda dormida.
- Hasta
mañana, que descanses.
Y
así, puede ser cualquier día en el Valle,
pero cada día tiene algo diferente. Más esperanzador, más agotador,
incomprensión, satisfecho, frustrante… pero todos los días son especiales, pues
cada día que pasa, descubres y aprendes algo nuevo de la pobreza que allí se respira,
y cada día que pasa la Comunidad del Valle de Elías Piña se desarrolla gota a
gota.
Ahora
ya estoy en España, aunque algún kg y la mente está en el Valle, después de
cinco meses y medio cargado de trabajo y emociones viviendo esta experiencia
tan intensa, favorecedora para mi persona y
muy satisfecha de haber colaborado en esta comunidad. He
conocido muchas personas y situaciones, de todas he aprendido y de todas me
llevo algo, no solo de las personas del Valle, sino también de todas las
hermanas de la República Dominicana con las que he compartido momentos, pero
sobre todo de mi Comunidad, la Extensión Apostólica, tanto de las hermanas como
de las personas voluntarias que han pasado por allí. Muchísimas gracias a todas
ellas y por supuesto a FASFI por haberme
dado la gran oportunidad de haber podido vivir la experiencia de mi vida.
MESI AMPIL
Marta, voluntaria FASFI
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