Mensaje del Papa Francisco
Queridos hermanos y
hermanas, Feliz y santa Pascua.
El anuncio del ángel
a las mujeres resuena en la Iglesia esparcida por todo el mundo: «Vosotras no
temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí. Ha
resucitado... Venid a ver el sitio donde lo pusieron».
Esta es la
culminación del Evangelio, es la Buena Noticia por excelencia: Jesús, el
crucificado, ha resucitado. Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de
nuestra esperanza: si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería
su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues desde
aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo. El mensaje que
los cristianos llevan al mundo es este: Jesús, el Amor encarnado, murió en la
cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido
Señor de la vida y de la muerte. En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la
misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la
muerte.
Por esto decimos a
todos: «Venid y veréis». En toda situación humana, marcada por la fragilidad,
el pecado y la muerte, la Buena Nueva no es sólo una palabra, sino un
testimonio de amor gratuito y fiel: es un salir de sí mismo para ir al
encuentro del otro, estar al lado de los heridos por la vida, compartir con
quien carece de lo necesario, permanecer junto al enfermo, al anciano, al
excluido... «Venid y veréis»: El amor es más fuerte, el amor da vida, el amor
hace florecer la esperanza en el desierto.
Con esta gozosa
certeza, nos dirigimos hoy a ti, Señor resucitado.
Ayúdanos a buscarte
para que todos podamos encontrarte, saber que tenemos un Padre y no nos
sentimos huérfanos; que podemos amarte y adorarte. Ayúdanos a derrotar el
flagelo del hambre, agravada por los conflictos y los inmensos derroches de los
que a menudo somos cómplices.
Haz nos disponibles
para proteger a los indefensos, especialmente a los niños, a las mujeres y a
los ancianos, a veces sometidos a la explotación y al abandono. Haz que podamos curar
a los hermanos afectados por la epidemia de Ébola en Guinea Conakry, Sierra
Leona y Liberia, y a aquellos que padecen tantas otras enfermedades, que
también se difunden a causa de la incuria y de la extrema pobreza.
Consuela a todos los
que hoy no pueden celebrar la Pascua con sus seres queridos, por haber sido
injustamente arrancados de su afecto, como tantas personas, sacerdotes y
laicos, secuestradas en diferentes partes del mundo. Conforta a quienes han
dejado su propia tierra para emigrar a lugares donde poder esperar en un futuro
mejor, vivir su vida con dignidad y, muchas veces, profesar libremente su fe.
Te rogamos, Jesús
glorioso, que cesen todas las guerras, toda hostilidad pequeña o grande,
antigua o reciente. Te pedimos por Siria:
la amada Siria, que cuantos sufren las consecuencias del conflicto puedan
recibir la ayuda humanitaria necesaria; que las partes en causa dejen de usar
la fuerza para sembrar muerte, sobre todo entre la población inerme, y tengan
la audacia de negociar la paz, tan anhelada desde hace tanto tiempo.
Jesús glorioso, te
rogamos que consueles a las víctimas de la violencia fratricida en Irak y
sostengas las esperanzas que suscitan la reanudación de las negociaciones
entre israelíes y palestinos.
Te invocamos para que
se ponga fin a los enfrentamientos en la República Centroafricana, se detengan
los atroces ataques terroristas en algunas partes de Nigeria y la violencia en
Sudán del Sur. Y te pedimos por
Venezuela, para que los ánimos se encaminen hacia la reconciliación y la
concordia fraterna.
Que port u
resurrección, que este año celebramos junto con las iglesias que siguen el
calendario juliano, te pedimos que ilumines e inspires iniciativas de paz los
esfuerzos en Ucrania, para que todas las partes implicadas, apoyadas por la
Comunidad internacional, lleven a cabo todo esfuerzo para impedir la violencia
y construir, con un espíritu de unidad y diálogo, el futuro del País. Que
como hermanos puedan hoy cantar Xphctoc Boc9pec.
Te rogamos, Señor,
por todos los pueblos de la Tierra: Tú, que has vencido a la muerte,
concédenos tu vida, danos tu paz. "Christus surrexit, venite et
videte!" Queridos hermanos y hermanas, feliz Pascua.
Tras la bendición, el
Santo Padre ha añadido:
Renuevo mi
felicitación pascual a todos los que, llegados desde todas las partes del
mundo, os habéis reunido en esta Plaza. Hago extensiva esta felicitación
pascual a cuantos se unen a nosotros a través de los medios de comunicación
social. Llevad a vuestras familias y a vuestras comunidades la alegre noticia
de que Cristo nuestra paz y nuestra esperanza ha resucitado.
Gracias por vuestra
presencia, por vuestra oración y por vuestro testimonio de fe. Un recuerdo
particular y agradecido por el regalo de las bellísimas flores, que vienen de
Holanda. Buena Pascua a todos.
Publicado en Zenit
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