miércoles, 24 de julio de 2013

EL PAPA PUSO LA JMJ Y AL PUEBLO LATINOAMERICANO BAJO EL AMPARO DE LA VIRGEN DE APARECIDA

El papa Francisco puso hoy bajo el amparo de Nuestra Señora de Aparecida “la vida del pueblo latinoamericano” y el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que hasta el domingo se realiza en Río de Janeiro con la participación de 2 millones de jóvenes, y exhortó a pastores, padres y educadores a ayudar a los jóvenes a construir un mundo “más justo, solidario y fraterno”. Al presidir la misa en el santuario mariano, ubicado a 250 kilómetros de Río, el Papa dijo que para lograrlo se necesitan “tres sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría”. Asimismo, sostuvo que los jóvenes necesitan que se les propongan valores inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo, esos que pueden leerse en este santuario: “espiritualidad, generosidad, solidaridad, perseverancia, alegría, son valores que encuentran sus raíces más profundas en la fe cristiana”.


El papa Francisco puso hoy bajo el amparo de Nuestra Señora de Aparecida “la vida del pueblo latinoamericano” y el éxito de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que hasta el domingo se realiza en Río de Janeiro con la participación de 2 millones de jóvenes, y exhortó a pastores, padres y educadores a ayudar a los jóvenes a construir un mundo “más justo, solidario y fraterno”.



Al presidir la misa en el santuario mariano, ubicado a 250 kilómetros de Río, el Papa dijo que para lograrlo se necesitan “tres sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría”.



Tras recordar que en 2007 estuvo aquí en el marco de la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, consideró que aquella reunión continental fue “un gran momento de Iglesia”.



Destacó que en aquella oportunidad “pudo constatar personalmente cómo los obispos se sentían alentados, acompañados y en cierto sentido inspirados por los miles de peregrinos que acudían cada día a confiar su vida a la Virgen”.



“En efecto, puede decirse que el Documento de Aparecida nació precisamente de esta urdimbre entre el trabajo de los pastores y la fe sencilla de los peregrinos, bajo la protección materna de María”, aseveró.



El Papa animó a “no perder nunca la esperanza” pese a las dificultades y advirtió que “el dragón, el mal, existe en la historia, pero no es el más fuerte”. “El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza”, subrayó.



“Seamos luces de esperanza, tengamos una visión positiva de la realidad. Demos aliento a la generosidad que caracteriza a los jóvenes, ayudémoslos a ser protagonistas de la construcción de un mundo mejor: son un motor poderoso para la Iglesia y la sociedad”, agregó.



Antes de la celebración eucarística, Francisco se dirigió a la capilla de los Doce Apóstoles, donde se resguarda la imagen original de Nuestra Señora de Aparecida encontrada en 1717 por pescadores, y rezó por varios minutos en silencio ante ella.



Tras ingresar al templo, el arzobispo local y presidente de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil, cardenal Raymundo Damasceno Assis, le dio la bienvenida y le obsequió al Papa una imagen réplica de la Virgen negra.



A raíz de las condiciones climáticas, Francisco viajó hasta Aparecida desde Río en un avión de la Fuerza Aérea Brasileña que aterrizó en el aeropuerto de San José dos Campos, y desde allí fue transportado en un helicóptero Super Puma junto a la comitiva vaticana en helicóptero hasta el santuario, donde se subió al papamóvil.



Voy a hablar en español. Perdón

Al terminar la misa en el santuario de Aparecida el santo padre saludó a la multitud que lo esperaba afuera y les dirigió estas palabras:


“Hermanos y hermanas: Yo no hablo brasilero, perdónenme, voy a hablar en español. Perdón. Y con una pronunciación lenta y clara para ser entendido por todos los jóvenes presentes, dijo: “Muchas gracias, obrigado, por estar aquí, muchas gracias con todo mi corazón y le pido a la Virgen, a Nuestra Señora de Aparecida, que los bendiga, que bendiga a sus familias, que bendiga a sus hijos, que bendiga a sus padres, que bendiga a toda la patria.



Luego, dudando un poco de ser entendido, dijo: “A ver, ahora me voy a dar cuenta si me entienden. Les hago una pregunta: ¿Una madre se olvida de sus hijos?



Tras un sonoro y prolongado NO como respuesta de la juvenil multitud, Francisco completó: “Ella no se olvida de nosotros, ella nos quiere y nos cuida. Y ahora le vamos a pedir la bendición. Y tomando en sus manos la negra imagen de Nuestra Señora Aparecida, bendijo a la multitud: “La bendición de Dios Padre todopoderoso, del Hijo y del Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre”.



Todo concluyó con un atronador grito de ¡Francisco, Francisco!


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