sábado, 9 de diciembre de 2017

Siete escuelas, un carisma. Un carisma, un eje transversal: El Evangelio

 Al igual que en la familia, que al llegar de los trabajos del día se comparten las experiencias vividas durante el transcurso de este, también en los centros educativos como familia, es necesario este compartir. 

¿Cómo sabe la madre que su hijo tomó una gripe si este llega de estudiar, entra en su habitación y no sale jamás? Si no se realizan experiencias como EDUFI, donde se comparte lo vivido a nivel regional o nacional en contextos distintos, podría no darse cuenta la madre de los posibles virus o la salud con que cuenta su hijo.

Siempre es edificante escuchar y compartir lo vivido, en este caso no sólo una revisión de madre a hijos, sino más bien de hermanos a hermanos.

Queda claro que no basta con accionar. En preciso revisar la forma en que se acciona. Se puede hacer algo tan sencillo como darle una menta a un niño. Dependiendo de la forma, para el niño será más que una menta, un voto de confianza, una invitación a ser su amigo, un te quiero, o puede ser un sentirse inútil porque tienen que regalarle una menta.


No es solo el accionar, es la forma de hacerlo.

¿Apostolado? ¿Qué es eso? El sentido de ir al lado de Jesús en su misión, ni delante ni detrás. Paralelamente.
¿Cómo pueden revisarse la cosas mejor? ¿En un encuentro donde esté sólo el equipo gestor? No lo creo.

Cuando se hacen las cosas y se evalúan de forma particular es muy fácil caer en la zona de confort. Demasiado fácil caer en esa zona. Una zona donde no se desarrolla el ser humano, donde no se crece.








Quien crece solo, aprende sólo de sí mismo. Quien crece en familia, en sociedad, junto a compañeros de trabajo, junto a un carisma, tiene la posibilidad de aprender cosas infinitas. Quien vive la fe "a su modo" puede llenarse de sí mismo. Quien vive la fe, la educación, al modo de Aquel que toma en cuenta al ser humano en sí, que valora cada aspecto de su ser, puede volver a su dignidad de ser humano y, mejor aún, devolver la de muchos más que esperan por justicia, paz, amor.

Puede haber un maestro para cada niño, un director para cada maestro, y esto no implica que el resultado de un centro educativo vaya a ser mejor por esto. ¿Mejoría si no hay más que un trabajo un servicio?

Por más difícil que sea en necesario un mismo lineamiento. De la única forma que alguien (un niño, un adolescente, un joven, un adulto) puede sentir la diferencia, sentirse más humano, con la dignidad que tiene, es sintiendo un modo de hacer las cosas en el otro sin un fin material, sin una finalidad personal, un modo que atraviese cada zona de la persona que quiere que ocurra un cambio en otro alguien. Un modo que no necesite de palabras, sino que mueva a la acción del receptor. Como decía San Francisco: "prediquen todo el tiempo el evangelio y, cuando sea necesario, usen las palabras"

Para esto hay que ver ¿qué es lo que me mueve? ¿Un sueldo chicharrón? ¿Ser "alguien" y que vean que lo hago bien, que mantengo a todos "por la línea"? Para cuidar el modo es necesario revisar qué me mueve dentro. Esto no se hace tan difícil cuando se tiene un carisma específico donde se nos muestra un Dios que tiene a la persona en el centro y la acompaña, le lava los pies, sostiene su cabeza...

Tanto el compartir como escuchar lo compartido son una inmensa fuente de conocimiento y de crecimiento espiritual. Cada miembro es esa madre que cuida, que acompaña, que revisa cómo andan las relaciones entre todos, que es capaz de poner en tratamiento al hijo y revisa su relación con sus hermanos, pero sobretodo que su forma de hacer todo esto es la de Aquel que su modo de amar no mueve a otra cosa más que a amar y dejó al ser humano la capacidad de hacerlo de esta misma forma.
DIOMARYS TOLENTINO, SANTO DOMINGO

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