No hay dudas de que estamos viviendo una situación única, extraña y novedosa, pero cada uno puede transformar en una oportunidad positiva este aislamiento. Nuestro gran desafío como familia creyente es convertirla en tiempo de gracia y en tiempo de salvación. Es entender que hemos entrado y estamos en un tiempo favorable, que nos puede ayudar a rescatar valores olvidados. Sin duda, que la adecuada vivencia de esta realidad nos hace ver como florecen las reflexiones, actitudes, valores y comportamientos más valiosos del ser humano. Estamos acostumbrados a un modo de funcionar donde el dinamismo, la rapidez y la urgencia toman el protagonismo y afectan todas las dimensiones de nuestra vida.
Descansar y despertar de un modo diverso nos permite una mayor interiorización de la vida y de lo que sucede en ella y a vivirla como tiempo propicio. Quizás era necesaria esta pandemia en tiempos de cuaresma, tiempos sagrados para un cristiano, para tomar conciencia de que no podemos sacar a Dios de nuestros hogares. Nos dimos cuenta de que en realidad había que sacar el pie del acelerador, bajar tensiones, controlar la ansiedad y entrar en el silencio.
A pesar de todo lo ocurrido hemos podido vivir nuestra cuaresma, buscamos un sitio adecuado, que nos sirviera de santuario para orar juntos, en verdad que nos gozamos esta Semana Santa, quizás de un modo diferente, sentarnos y participar de la Eucaristía de forma espiritualmente, pero nos dimos cuenta que si se puede vivir en gracia.
A pesar de esta crisis o aislamiento social nuestra familia se siente más segura y cada día nos acercamos más al Resucitado. Podemos compartir juntos la comida, y también sacamos tiempos para divertirnos y ver una película, nos sentimos como un crucero en casa, donde visitamos todos los espacios y ayudamos en lo necesario. Pienso que cada ser humano tiene un instinto natural de supervivencia que se activa en momentos como los que estamos viviendo y de una u otra forma nos protegemos. Eso no es malo hacerlo. Pero es mejor cuando recordamos que también tenemos un Alma y hay que cuidarla. La verdad es que esta pandemia ha venido a unificar las familias y nos ha dado la oportunidad de ponernos en contacto con algunos familiares no muy cercanos y que no teníamos comunicación. Además, ver las necesidades del prójimo supliendo las de más prioridad. Por tanto, esas son las cosas positivas que hemos experimentado durante este tiempo de aislamiento.
Ciertamente, bien vivida esta emergencia nos lleva a caer en la cuenta y tomar conciencia de limitaciones importantes que hay que superar: el miedo, la preocupación obsesiva por uno mismo, el olvido de los vulnerables que son los que más sufren. Es entender esta estupenda oportunidad para centrarse en lo esencial, cuidar las relaciones importantes de todos nosotros a las que no hemos dedicado ni tiempo ni atención; una buena ocasión para alimentar vínculos descuidados; oportunidad para ocuparnos más y mejor de nosotros mismos, para dedicarle a Dios más tiempo, hasta espacio para aumentar el cuidado de la madre tierra, nuestra casa común.
El covid-19 me recuerda que soy vulnerable y ha modificado mi agenda, el ritmo de vida, mi empleo, las muchas actividades y tareas. Es una realidad que se impone de manera imprevista y no resulta para nada fácil gestionarla. Pero también, esta enfermedad ha unido más a mi familia, mis compañeros de trabajo, hasta nuestros estudiantes. Por lo tanto, de mi depende hacer de esta pandemia una oportunidad y de cómo aprendo a compartir con el prójimo de lo mucho o poco que he recibido.
Luz Mercedes Fernández de Filpo
Psicóloga-Orientadora
Escuela Laboral Ntra. Sra. de las Mercedes
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