viernes, 10 de abril de 2015

Memoria de la Misión

…Comenzó a enviarlos de dos en dos para que predicaran su palabra, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que tomasen para el camino, un bastón y nada más; pero ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto...

La misión para mí ha sido, es y será una experiencia inolvidable e irrepetible. Es una sensación de felicidad y plenitud que no se comparan con todos los lujos que tenemos en nuestra vida cotidiana. 

Para serles sinceros, la primera vez que acudí a misión semana Santa fue de una forma involuntaria, más bien obligado por mi novia, y no tengo más que agradecerle por haberme hecho pasar por esta experiencia inolvidable. 
Aún sin estar humanamente dispuesto, le pedí mucho a Dios que me permitiera entregar lo mejor de mí para poder servir y ayudar a su mandato de llevar la buena nueva a todos por el mundo. Al iniciar el trabajo de misionero: reunión con los niños, jóvenes, adultos, parejas, las visitas casa por casa, celebraciones del triduo pascual, me iban dando las pautas de encontrarme con la realidad y me hacían descubrir y palpar el rostro de Dios haciéndome cambiar de parecer ante muchas situaciones.

A través del tiempo he entendido que no debo de preocuparme acerca de lo que vaya a pasar, porque sólo Dios sabe por qué nos escoge y nos manda a misionar a las montañas de Bohechío, San Juan de La Maguana, RD, con las Hijas de Jesús, es decir, Dios tiene el control de todo. 

Pasó el tiempo y era hora de regresar a misiones y yo estaba más que listo. Llevo ya 3 años compartiendo esta maravillosa experiencia. Días, familia, novia, amigos, fiestas… para todo esto el tiempo sobra, pero, entregar una semana de todo eso a Dios, por otra gente, créanme que nunca será un acto para arrepentirse y más cuando te encuentras cara a cara con Dios y este te enseña a valorar quien eres y lo que posees. 

Para finalizar sólo me queda dar gracias a Dios por haber iluminado a mi novia para ir de misiones y a todas y todos los misioneros con los que he convivido, y los que aún me falta por convivir, porque han hecho de esto una experiencia inolvidable. Así que yo los invito a que reflexionen y piensen un poco en este pequeño texto que comparto con ustedes para que así como a mí, las misiones cambien por completo su vida. 


Ramón Mercedes (Anthony)










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