El pasado mes de septiembre viajé a República Dominicana para conocer
de cerca los proyectos de educación que UNICEF está llevando a cabo con
el apoyo de Orange. Durante 5 días, me imbuí en un país que queda lejos
del estereotipo de arena blanca, palmeras y resorts: todo un baño de
realidad en forma de pobreza y de falta de oportunidades.
Nada más llegar a Santo Domingo, me llevaron a una de las zonas
marginales de la capital, a un barrio que se llama la Barquita y que me
hacía pensar en las favelas de Brasil. La pobreza del barrio es extrema,
la basura y el olor ,permanente en las calles. Las casas hechas de
trozos de metal se apilan junto al río que, con las frecuentes
tormentas, se desaborda y las inunda haciendo que las familias tengan
que huir, por lo menos, durante un tiempo.
La escuela del barrio ya tiene 322 alumnos, que rondan los 7 y los
14 años, más edad de la normal para la educación primaria, y que se
distribuyen en dos tandas diarias, es decir que las horas de clase de un
niño al día son entre 3 y 4. ¿Quién puede alcanzar un buen nivel así?
De esos alumnos, el porcentaje de los que continuarán la educación
secundaria es muy bajo, 48% para las niñas y 63% para los niños, y si
hablamos de quienes llegarán a la universidad, la cifra baja todavía
más, un 10 ó 15% según las profesoras. Es inevitable preguntarse ¿qué
futuro les espera entonces a estos niños?
Hay mucho por hacer en este país, contrariamente a lo que uno se
imagina. La clave es ayudar a los niños dominicanos a construir su
futuro, y eso, sin duda alguna, empieza con una educación de calidad
para todos, que es justamente lo que estamos trabajando y para lo que
necesitamos vuestra ayuda.
Por Isabel Benlloch
Responsable de Programas de Cooperación y Emergencias de UNICEF España
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