La historia de María, la madre de Jesús, el Hijo de Dios, el Señor, se inscribe en el ámbito cultural de lo que llamamos Próximo Oriente. Por muchos siglos que hayan trascurrido, sigue presentando en muchas de sus sociedades actuales, las mismas o muy similares situaciones de marginación, maltrato, violencia sexual que hace 2000 años.
La historia de las mujeres, desde mucho antes de que la historia se convirtiera en “historia” y pudiera ser reconstruida de alguna manera, y silenciada de muchas otras, tiene muchos puntos en común hasta hoy mismo, hasta este instante. Es una historia de esclavitud y liberación continua. María de Nazaret se encuentra dentro de este espacio físico-cultural de historia vivida, contada y silenciada, dado que era miembro de un pueblo sometido a un imperio militar, político y económico (Roma), ella, su vida, es paradigma que nos permite comprender de qué modo el misterio de la Encarnación asume todas las situaciones de humillación y esclavitud en que vivían y viven los pueblos esclavizados, privados de libertad y de su cultura y de su propia identidad.
La historia de las mujeres, desde mucho antes de que la historia se convirtiera en “historia” y pudiera ser reconstruida de alguna manera, y silenciada de muchas otras, tiene muchos puntos en común hasta hoy mismo, hasta este instante. Es una historia de esclavitud y liberación continua. María de Nazaret se encuentra dentro de este espacio físico-cultural de historia vivida, contada y silenciada, dado que era miembro de un pueblo sometido a un imperio militar, político y económico (Roma), ella, su vida, es paradigma que nos permite comprender de qué modo el misterio de la Encarnación asume todas las situaciones de humillación y esclavitud en que vivían y viven los pueblos esclavizados, privados de libertad y de su cultura y de su propia identidad.
Por Trinidad León
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